El texto de esta entrada se corresponde con la conferencia pronunciada por Francisco Javier Díaz Lorite en el paraninfo de la Universidad de Baeza el 10 de mayo de 2009, fiesta de San Juan de Ávila, en el contexto de una serie de conferencias organizadas por la Comisión Ciudadana de Baeza.
San Juan de Ávila quería de de una manera
especial a la ciudad de Baeza, ala que dedicó junto con su universidad, por él
fundada, mucho esfuerzo y cariño, y en la que sembró una semilla imborrable no
sólo para los baezanos, para Andalucía y España sino, como veremos, para el
mundo entero, no sólo de su época, sino también de la nuestra y de los siglos
venideros. Porque personajes como San Juan de Ávila pasan a ser, como Baeza,
Patrimonio de la Humanidad
para siempre.
Me atrevo a decir desde el principio que
Baeza no hubiera sido la misma en el siglo XVI, y muy probablemente ésta que
conocemos en el siglo XXI, si no hubiera estado aquí con su vida y su corazón,
San Juan de Ávila. Ha sido el hombre que en la historia de Baeza antigua y
reciente tiene una capital importancia. Ya durante su tiempo, y gracias a él,
Baeza tuvo una gran resonancia en el mundo católico, debido sobre todo a la universidad,
de la que él era la piedra fundamental. Pero es que Baeza, a medida de que el
Doctorado Universal de San Juan de Ávila se vaya haciendo una realidad, cuyo
proceso está abierto en Roma y está muy avanzado, va a tener sin duda una
resonancia universal. Pues al igual que Montilla y Almodóvar del Campo, no se
puede separar a San Juan de Ávila de Baeza ni a Baeza de San Juan de Ávila,
pues esta ciudad y su Universidad por él fundada fue su gran dedicación, su ojo
derecho, en medio de numerosas actividades, como veremos. Incluso la Universidad
Internacional Antonio Machado, me atrevo a asegurar que no
sería la misma, si no hubiese estado antes aquel hombre que fundara la primera
que comenzara en Baeza una gran trayectoria universitaria que duró casi tres
siglos, hasta 1824. Por eso, no es de extrañar que este lugar en que nos
encontramos, primero Universidad, acogiera como Instituto de Bachiller al
insigne Antonio Machado, dándole nombre hoy día a la Universidad
Internacional y que de alguna manera hace que Baeza continúe
a través del tiempo su trayectoria cultural y universitaria que un día
comenzara San Juan de Ávila.
Es seguro que no estaríamos aquí reunidos
tal día como hoy, 10 de mayo, en este lugar, paraninfo de la antigua
Universidad, si un baezano, el Rvdo. Doctor D. Rodrigo López, no hubiese pedido
desde Roma, lugar donde residía, que viniese a Baeza un hombre que en este
momento se encontraba predicando en Granada, y que gozaba de una gran
reputación como humanista y sacerdote, Maestro y Doctor en teología y en vida
espiritual, como era el caso de San Juan de Ávila. El motivo era fundar unas
Escuelas para los niños de la ciudad, dedicada especialmente a los pobres,
huérfanos y con menos recursos, que en aquella época eran muy numerosos, debido
a las continuas guerras entre cristianos y árabes, por ésta ciudad de frontera,
a las también guerras internas entre los bandos cristianos, a las tremendas
desigualdades sociales, hambrunas, etc.
Cada vez que paseo por las puertas de las
murallas, me viene a la cabeza las veces que las atravesaría este Santo Maestro
San Juan de Ávila durante los seis años que vivió en Baeza de forma más
estable, aunque la visitara en períodos largos en otras ocasiones, y siempre la
llevara en el corazón, y aunque desde aquí viajara de vez en cuando para
misionar y fundar colegios, etc. en otras partes de Andalucía. Ahora me viene
especialmente a la mente aquel día de 1539, en que aquel hombre de 39 años
atravesaba por primera vez la puerta de Granada de esta ciudad para sembrar en
ella el espíritu de fraternidad, de amor a Dios y al prójimo, y convertir esta
ciudad en lucero para toda la cristiandad por la fe que en ella reinaría y las
actividades y misiones que los baezanos y los discípulos aquí formados,
especialmente atraídos por la
Universidad por él fundada, y llegados de los más variados
lugares y de las más variadas procedencias: clero secular y de las muy
distintas órdenes religiosas que buscaban renovación, realizaran en Andalucía,
en España y en los confines de la tierra, tanto occidentales: América; como la Indias orientales: Asía.
Algunos de sus discípulos llevaron también sus enseñanzas a África.
1. Su vida
Muchas son las fuentes que tenemos para
conocer a San Juan de Ávila, especialmente sus primeras biografías: una escrita
por el gran Fr. Luis de Granada[1],
dominico, en 1588, por tanto 19 años después de la muerte del Santo Maestro, y,
posteriormente, otra biografía de L. Muñoz[2] (1635).
Yo voy a tener en cuenta todos estos datos, además de otras fuentes y biografías
más recientes[3],
pero también me voy a basar en los testimonios de los testigos que declararon
en el Proceso de Beatificación[4] abierto
aquí en Baeza a finales de 1624 y principios de 1625, aunque ya habían pasado
más de ochenta años de su estancia en esta ciudad, y más de 50 desde su muerte,
ocurrida en 1569 en Montilla. Pero estos testimonios de Baeza me parecen
importantes, pues dan una idea de lo fresca que estaba en la memoria de todos
la figura de San Juan de Ávila en aquellos que siendo muy mayores lo habían
conocido muy jóvenes o de aquellos que sin conocerlo habían tenido un contacto
muy directo con los discípulos de San de Ávila, o discípulos de discípulos,
siendo algunos de estos testigos alumnos de estas Escuelas y Universidad por él
fundadas. Aunque, sin lugar a dudas, la mejor fuente para conocer a San Juan de
Ávila, y por eso también lo tendremos especialmente presente, son sus mismos
escritos, sobre todo sus amplias cartas dirigidas a toda clase de personas,
pues en ellas abre su corazón y su alma, para desde su propia y dilatada
experiencia, poder ayudar a todo tipo de personas que acudían a él en busca de
consejo en las más variadas circunstancias y sobre los más variados temas:
personas necesitadas de aliento y dirección espiritual para seguir una vida más
evangélica, consuelos en medio de enfermedades, discípulos para pedir consejo
sobre cómo ser mejores evangelizadores, prelados y señores para saber mejor
gobernar a sus fieles y sus reinos, etc.
Aunque su apellido es de Ávila, nada tiene
que ver con aquella ciudad castellana. Por eso muchos lo han confundido, y
siguen en ocasiones confundiéndolo, con San Juan de la Cruz , que como sabemos sí era
de la provincia de Ávila, pues nació en Fontíveros, siendo muy amigo y seguidor
de Santa Teresa de Jesús, llamada también de Ávila. De todas formas, como
veremos, San Juan de Ávila sí a tener que ver, y mucho, con estos dos también
grandes santos. Pero San Juan de Ávila no es San Juan de la Cruz , si bien de aquel se
puede decir que no se ha expresado en prosa castellana nada mejor sobre el amor
de Dios a los hombres que lo hiciera el otro gran místico en verso. Y entre
ellos habrá unas conexiones indirectas muy significativas, como tendremos
ocasión de mencionar posteriormente.
Pero San Juan de Ávila nace en realidad en
Almodóvar del Campo, provincia de Ciudad Real, al lado de Puertollano, en las
postrimerías de Sierra Morena. Sus padres eran de los más ricos del lugar, pues
poseían una mina de plata en Almadén, si bien eran unos muy buenos cristianos,
pues no sólo oraban sino que hacían grandes obras de caridad. No es de
extrañar, por tanto, que su casa se encontrara justo en el centro del pueblo,
ocupando una gran extensión de terreno; y que su hijo estuviese destinado a ser
hombre de carrera, por lo que a la edad de 14 años fue enviado a Salamanca, la
mejor Universidad en la España
de ese momento, a estudiar, como era natural en la gente pudiente, leyes, lo
que le abriría la puerta para ser una persona importante en la sociedad. Pero
parece que los caminos del Señor querían para este joven otros derroteros. A la
edad de 17 años, vuelve a Almodóvar del Campo y dice a sus padres que aquello
de estudiar leyes no era su camino, y les pide que le dejasen llevar en su
pueblo natal una vida de oración, de ayuda a pobres del pueblo, y de
penitencia. Así que durante tres años esa vida llevó, durmiendo en una parte de
la casa en lo alto de los sarmientos secos de la vid y haciendo una pequeña
especie de oratorio pintado en las paredes de la bodega. Estas pinturas todavía
se pueden ver y visitar. La casa era tan grande que es ahora casa parroquial,
en las que no solamente hay espacio para vivienda de sacerdotes, sino en la que
hay habitaciones suficientes para ser centro de pastoral parroquial, en la que
se imparte catequesis a los niños, jóvenes y adultos de la parroquia. En ella
se pueden venerar algunas reliquias importantes de San Juan de Ávila, aunque la
mayor parte de su cuerpo está en el santuario de la cordobesa ciudad de
Montilla.
No quiero dejar de mencionar que San Juan
de Ávila no sólo es paisano, sino también pariente, de San Juan Bautista de la Concepción , aunque éste
nació en 1561. San Juan Bautista de la Concepción vino a estudiar en la Universidad de Baeza
en 1578-79, y llevó a cabo la importante labor de la reforma de la orden de los
Padres Trinitarios. No hace mucho tiempo esta ciudad ha expresado su
reconocimiento a San Juan Bautista de la Concepción dedicándole un monumento en las
murallas al lado de la puerta de Jaén.
Cuando San Juan de Ávila contaba con 17
años pasó por Almodóvar del Campo un franciscano que se percató de la vida de
oración, de austeridad, y de amor al prójimo de aquel joven Juan de Ávila, y le
aconsejó estudiar Artes y Teología en la recién creada por Cisneros Universidad
de Alcalá de Henares. Allí estudió entre 1520 y 1526. De aquel joven nos queda
el testimonio de uno de sus profesores, que lo apreciaba mucho, el Mtro.
Domingo de Soto, quien dijo de él “que si siguiera escuelas, fuera de los más
aventajados en letras que hubiera en España”[5]. Aquella
Universidad estaba abierta a las nuevas corrientes bíblicas, humanistas y
renacentistas que ya se prodigaban en toda Europa, todo lo cual dejó su huella
imborrable en el joven estudiante. Pero movido por el deseo de pasar a las
Indias interrumpió sus estudios en 1526.
Se ordenó sacerdote en ese mismo año de
1526, muertos ya sus padres, lo cual nos indica el sufrimiento que podría
ocasionarle a aquel recién ordenado, huérfano ya tan joven. La primera misa la
celebró en Almodóvar del Campo y convidó a doce pobres a la fiesta, a los que
lavó los pies. Luego se quedó un tiempo en Almodóvar, repartió su herencia
entre los pobres del pueblo, quedando toda su vida sólo a la voluntad y
providencia de Dios, no aceptando a partir de entonces poseer nada ni aceptar
ningún estipendio, y cuando le ofrecían algo se lo daba a los pobres.
Descubrió que la voluntad de Dios era
pasar a evangelizar el recién descubierto Nuevo Mundo, así que decidió partir
para Méjico acompañando al nuevo obispo, Fr. Julián Garcés, que fue consagrado
en noviembre de 1526. Mientras esperaba que el barco saliese, vivió en Sevilla,
que era el lugar donde se congregaban todos los que deseaban partir para
América. Durante ese tiempo de espera hasta la fecha del embarque vivió en una
pobre casa con un sacerdote, Fernando de Contreras, que llevaba una vida muy
austera y de oración, con especial atención a pobres, enseñanza de niños en el
primer colegio que se fundó en Sevilla para ellos, y rescate de cristianos que
caían cautivos en el norte de África. San Juan de Ávila le acompañó en muchas
de estas actividades, aprendiendo de él lo que verdaderamente era un buen
evangelizador de su tiempo. Pronto descubrió Fernando de Contreras la valía de
este sacerdote que marchaba a América y convenció al arzobispo de Sevilla, D.
Alonso Manrique, para que no le dejara coger el barco, sino que predicara en
Andalucía. El arzobispo quiso conocer personalmente a San Juan de Ávila antes
de tomar una decisión definitiva, y le pidió que predicase en una Misa en que
estuviera él mismo presente. Maravillado por tal manera de comunicar el
evangelio, lleno de ardor apostólico, le pidió por obediencia dejar sus
proyectos de evangelización al otro lado del Atlántico y evangelizar en
Andalucía. San Juan de Ávila obedeció fielmente y no tomó el barco. Así que
pronto vemos al joven sacerdote Juan de Ávila predicar en el arzobispado de
Sevilla: Écija, Alcalá de Guadaira, Lebrija, Jerez, Palma y tal vez en esta
época también en Utrera. Después marcha para Écija, donde residirá largo
tiempo, creemos que unos cinco o seis años. Residía en casa de don Tello de
Aguilar y doña Leonor de Inestrosa, que eran señores muy cristianos, en donde
residían sacerdotes que acudían a predicar a la ciudad. En aquella casa San
Juan de Ávila comenzará sus explicaciones por las tardes de las epístolas de
San Pablo, sabemos que también Hebreos, aunque no se haya conservado. En ella
se congregaban clérigos y también laicos, hombres y mujeres, algunos de ellos
jornaleros que venían de sus labores en el campo. También predicaba
públicamente en las iglesias y en las plazas públicas con tanta aceptación que
en una ocasión, estando para predicar en la iglesia mayor, llegó un bulero
desde Sevilla y le dijo que no predicase aquel día pues iba a predicar las
bulas, a lo que accedió San Juan de Ávila. Como la gente no aceptó este cambio
le pidió al P. Ávila que predicase él. Entonces el P. Ávila para no desobedecer
al bulero se fue a otra iglesia a predicar allí, pero todo el mundo lo siguió
dejando al bulero solo. Por la tarde, el bulero se encontró con el P. Ávila en
la plaza principal y lo acusó de alborotar al pueblo. San Juan de Ávila se
arrojó a sus pies y le pidió perdón con las lágrimas en los ojos, pero el
bulero le respondió con una bofetada en medio de todo el pueblo.
En Écija tuvo lugar durante una confesión
con San Juan de Ávila en la parroquia de Santa María el cambio de vida de una
joven, Sancha Carrillo, que iba a comenzar a ser dama de la emperatriz Isabel.
Pero aquella confesión y conversación con el Santo Maestro fue decisiva para su
futuro. Se retiró en una parte de su casa a una vida de oración y recogimiento.
A esta hermosa joven le dedicará San Juan de Ávila su famoso libro Audi, filia, que es una ayuda
extraordinaria para vivir en el camino cristiano; tanto que después, hasta el
mismo rey Felipe II lo tenía como libro de cabecera, y un testigo en el proceso
de beatificación de Baeza dirá: “tendría que grabarse en letras de oro”[6].
En Écija es donde se le comienzan a unir
algunos discípulos, que, movidos por su ejemplo y enseñanza, lo comienzan a
tener como Maestro y guía de vida. Este es el caso, por ejemplo, del Maestro
Zamora y de D. Pedro Fernández de Córdoba, clérigo ejemplar, hijo de don Luis
Fernández de Córdoba y de doña Luisa Aguilar e Hinestrosa, señores de
Guadalcázar.
Es también en Écija en donde se van a
cocer una serie de envidias y calumnias, muchas de ellas por parte de clérigos,
que van a conducir al joven sacerdote Juan de Ávila a la cárcel de la Inquisición de Sevilla
(1532-1533). A la espera del juicio estuvo San Juan de Ávila preso por espacio
de año o año y medio. Él estaba convencido de que era inocente y renunció a
tener abogado, porque como él mismo escribió desde la cárcel “no estoy sino en
manos de Cristo”[7].
No quiso tampoco delatar a los que él mismo sabía que injustamente lo habían
acusado sin pruebas de alumbrado, erasmista, luteranizante y de enseñar cosas
contrarias al evangelio, tales como que los ricos nunca irían al reino de los
cielos, en vez de lo que en verdad dijo siguiendo al mismo Cristo, que los
ricos lo tienen más difícil si no comparten lo que tienen con los más
necesitados, que esto es lo quería decir el Señor con aquello de: “Es más fácil
que un camello entre por el ojo de una aguja , que el que un rico entre en el
Reino de los Cielos” (Mt 19,24). Con paciencia esperó la sentencia. Desde la
misma cárcel escribió a sus amigos de Écija varias cartas[8]. En
ellas se muestra la altura humana y espiritual de San Juan de Ávila y la experiencia
del amor de Dios que le abraza y le muestra su amor en estos momentos de
intenso dolor. Y así como Cristo humillado y Pablo azotado en varias ocasiones
y perseguido y encarcelado por anunciar el evangelio, dice San Juan de Ávila
desde la cárcel en la carta 58 a sus amigos que ha dejado en Écija:
“¡Oh hermanos míos muy mucho amados! Dios quiere abrir
vuestros ojos para considerar cuántas mercedes nos hace en lo que el mundo
piensa que son disfavores, y cuán honrados somos en ser deshonrados por buscar
la honra de Dios, y cuán alta honra nos está guardada por el abatimiento
presente, y cuán blandos, amorosos y dulces brazos nos tiene Dios abiertos para
recebir a los heridos en la guerra por Él, que sin duda exceden sin comparación
en placer a toda la hiel que los trabajos de aquí puedan dar […] Esta es la senda por la que fue Cristo y todos los
suyos […] aunque no sé si digo bien en llamar trabajos a los de la cruz, porque
a mí parecen que son descansos en cama florida y llena de rosas [y después
irrumpe en una oración al mismo Cristo] […] Callen, callen, en comparación de
tu cruz, todo lo que en el mundo florece y tan presto se seca; y hayan
vergüenza los mundanos del mundo, habiendo tú tan a tu costa combatido y
vencido en tu cruz; y hayan vergüenza los que por tuyos son tenidos en no
alegrarse con lo contrario del mundo, pues tú tan reprobado y desechado y
contradicho fuiste de este ciego mundo, que ni ve ni puede ver la Verdad , que eres tú. Más
quiero tener a ti, aunque todo lo
otro me falte —que ni es todo ni parte, sino miseria y pura nada—, que es estar yo de otro color que
tú, aunque todo el mundo sea mío. Porque tener todas las cosas que no eres tú,
más es trabajo y carga que verdadera riqueza; empero, ser tú nuestro, y
nosotros tuyos, es alegría de corazón y verdadera riqueza, porque tú eres el
bien verdadero”[9].
Estas palabras constituyen el retrato vivo
y alma verdadera de San Juan de Ávila, así como los ejes de su predicación.
Este es el corazón y los sentimientos de San Juan de Ávila. Cristo, y sus
abrazos de amor en todas las circunstancias. Cristo es la verdadera alegría y
la verdadera felicidad. Y con Él, que se ha hecho nuestro, y con su victoria
resucitada ya sobra todo. De un corazón así no puede salir sino perdón y amor
hacia sus enemigos, por eso aconseja a sus amigos de Écija: “Acordaos cuántas
veces habéis oído de mi boca que hemos de amar a nuestros enemigos; y con
sosiego de corazón y sin decir mal de persona, pasad este tiempo, que presto
traerá nuestro Señor otro”[10]. Y no
tardó en llegar, pues a la hora de tener lugar el juicio se descubrieron unas
cartas que ponían en evidencia las malas intenciones y las pruebas y
testimonios falsos de los acusadores; con lo que San Juan de Ávila quedó
absuelto y puesto en libertad sin cargos.
La cárcel para San Juan de Ávila, más que
desazón, ha sido lo que él considera el eje de su vida[11], pues
en ella confiesa a Fray Luis de Granada que ha aprendido y experimentado el
amor de Cristo hacia él y hacia toda la humanidad más que en todos los libros
que había leído, que por aquella época eran ya muy numerosos[12]. Desde
su salida de la cárcel hasta su ida a Córdoba, San Juan de Ávila siguió
predicando en Écija, y desde allí en Palma del Río y lugares de alrededor, y
parece que obtuvo el grado de licenciatura en teología en la Facultad de los Santo
Tomás en Sevilla, y no sabemos si el de doctorado, pues también podría haberlo
obtenido éste último algunos años más tarde durante su estancia en Granada.
A Córdoba llegó en 1535 y se hospedó en el
hospital. Se le unieron algunos discípulos, y con ellos planificaron unas
Misiones evangelizadores por toda Sierra Morena, y más tarde por toda
Andalucía. En Córdoba conoció al que luego fue su gran amigo y discípulo, y
primer biógrafo, Fr. Luis de Granada. Creó y alentó centros de estudios y
convictorios clericales donde residían los clérigos y sacerdotes en fraternidad
(Colegios de San Pelagio, hoy Seminario, y de la Asunción ). Córdoba será
su Diócesis oficialmente al estar ligado a ella por el beneficio de Santaella,
al que posteriormente renunció en beneficio de sus proyectos de colegios para
los pobres.
Después lo vemos predicando en Granada en
1536, a la que acudió llamado por el Obispo Gaspar de Ávalos. No quiso aceptar
una canonjía. Allí se dedicó durante tres años a lo que era habitual en él:
catequesis a niños y adultos, sacramentos y obras de caridad con los enfermos y
pobres, y fomento de la santidad y fraternidad sacerdotal. Allí influyó en la
creación del Colegio de Santa Catalina para clérigos y discípulos de primera
categoría: D. Bernardino de Carleval, Rector del Colegio Real, quien después de
decir: “vamos a escuchar a este idiota”, así que oyó su sermón, quedó tan
maravillado que lo tomó para siempre como su Maestro. También se hicieron
discípulos suyos D. Diego Pérez de Valdivia y Diego de Santa Cruz. Los tres los
traería posteriormente a Baeza para crear la Universidad. En
Granada, oyendo también un sermón de San Juan de Ávila, se convirtió San Juan
de Dios, quien se dedicó a las obras de caridad y a la fundación de la orden
hospitalaria. El Santo Maestro no sólo se convertiría en su director espiritual
sino en su garante y en el que pediría incluso limosnas para la construcción
del hospital al lado del monasterio de los Jerónimos. También en Granada se
encontró con el duque de Gandía, después San Francisco de Borja, que había
acudido a los funerales de la emperatriz Isabel. El sermón lo pronunció el
mismo San Juan de Ávila y a partir de entonces trabaron gran amistad. S.
Francisco de Borja fue el segundo superior general de los jesuitas, después de
San Ignacio de Loyola. Todo esto va dando una idea de la gran valía e
influencia que San Juan de Ávila va teniendo en toda Andalucía: Sevilla y
alrededores, Córdoba y Misiones en Sierra Morena, Granada, orden hospitalaria
de San Juan de Dios, jesuitas, etc. Y después, en 1539 es llamado para
evangelizar Baeza.
2. Ambiente
histórico-social-religioso de su tiempo, en concreto de España y de Andalucía.
San Juan de Ávila nace en los albores del
humanismo renacentista que era el clamor de toda Europa en los siglos XVI y
XVII. Era el deseo de integrar naturaleza, arte, ciencia, desarrollo, y fe.
Arte, filosofía y teología intentan llegar a una armonía, aunque no siempre lo
consigan. El hombre del renacimiento, cuyo ejemplo lo tenemos precisamente, en
San Juan de Ávila, está abierto a la razón, a la ciencia, pero también a la fe,
así como a un cambio social que ayude a renacer a un nuevo tipo de sociedad.
Pone en guardia sobre la doctrina de aquellos que desean que el hombre renazca,
pero quitando a Dios del hombre y de la sociedad. El Santo Maestro busca, desde
la fuerza del Evangelio, el renacimiento de la sociedad donde, abandonando los
lastres de la Edad Media ,
se encamine hacia una nueva primavera. Buen ejemplo de este renacimiento lo
tenemos en estas dos grandes ciudades: Úbeda y Baeza. El arquitecto Andrés de
Vandelvira, tan decisivo en el nuevo estilo renacentista de nuestra provincia y
especialmente de estas dos ciudades, nace precisamente cinco años más tarde que
San Juan de Ávila, 1505, y pertenece a esta generación de arquitectos que
nacidos en torno a 1500 harán que también la arquitectura española viva nuestro
Siglo de Oro[13].
El arte, las letras, la cultura, la filosofía, la ciencia, los estudios
anatómicos y científicos van ayudando a vislumbrar la sociedad del
renacimiento. San Juan de Ávila contribuye a que esta primavera y renacer
social y cultural llegue especialmente a los trabajadores y a los que pagan
siempre el pato de los desmanes de los ricos y cambie las estructuras
socio-políticas y religiosas, también en algunas ocasiones de la Iglesia católica, para que
todos, hombres públicos y de Iglesia, se dediquen al bien común, y no se les
someta a las clases bajas como es el caso de los agricultores y pequeños
comerciantes a las vejaciones a que se les tenían acostumbrados, como tener que
acarrear con los gastos a través de los diezmos de la Iglesia e impuestos del
Estado y de los Concejos municipales de los gastos de las guerras,
consecuencias de las hambrunas y despilfarros de las clases opulentas y
dirigentes, y abusos y modo deshumano de actuar de los arrendadores, que no dan
facilidades para poder pagar cuando había sequías, epidemias, etc, tan
frecuentes en esta época.
San Juan de Ávila cree en el hombre y sus
posibilidades, pero cree también en Dios como garante de la felicidad del
hombre, y cree también en la
Iglesia , aunque esté necesitada de purificación y reforma.
Por eso leerá y seguirá al gran humanista Erasmo de Rotterdam, pero no en lo que
desafección tiene hacia lo espiritual y hacia la Iglesia. Potenciará
una vuelta a la Biblia
y al estilo de vida de la
Iglesia primitiva, pero sin renunciar a formar parte de la Iglesia bajo la autoridad
del Papa, como sí hizo Lutero por estas fechas (1483-1546). Ayudará a todas las
órdenes religiosas que quieren reformarse y traer aires frescos a la Iglesia (Carmelitas
descalzos, trinitarios, franciscanos) y otras que surgen con este espíritu más
evangélico (Orden Hospitalaria, Compañía de Jesús, etc.), y manifestará al
Papa, a los obispos, sacerdotes y a todo tipo de cristianos laicos (como hizo
en los 2 Memoriales al Concilio de Trento)
y hasta a los reyes, príncipes y señores de la nobleza y dirigentes de los
pueblos. Predica y exhorta a un verdadero cambio de vida, una verdadera reforma
de costumbres para llegar a una sociedad más justa. El Maestro llama a todos a
evitar gastos superfluos y a que colaboren para que haya trabajo para todos[14]. Cuando
se acababa de descubrir el Nuevo Mundo y todavía no estaba todo descubierto San
Juan de Ávila propone valientemente que no se puede ir allí sólo a buscar
dinero, que hay que respetar el derecho de los llamados Indios. También se han
abierto las vías del Mundo oriental en la que españoles y portugueses se disputan
el imperio de la globalización del comercio. En estos recién descubiertos
Nuevos Mundos la Iglesia
quiere abrir el mundo de la fraternidad. Francisco de Vitoria con el derecho
internacional, y Fray Bartolomé de las Casas por el Oeste en la defensa de los
derechos humanos de los Indios y San Francisco Javier y su evangelización por
el Este, al que acompaña también algún discípulo de San Juan de Ávila. En este
contexto, San Juan de Ávila, para que esta globalización del amor llegue a ser
una realidad, hasta propone que se cree un tribunal internacional que controle
los desmanes que se están produciendo hacia los derechos humanos en todo el
orbe.
Cuando se acababa de reconquistar España
con la caída de Granada, no le faltarán energías para advertir que los que son
llamados cristianos y que han venido de Castilla y otras partes de España,
están dando muy mal ejemplo ante los moriscos que todavía habitaban estas
poblaciones por el lujo y falta de caridad en la que con frecuencia vivían y
por la prepotencia que se presentan ante ellos.
San Juan de Ávila es un hombre insertado
en su tiempo, de tal manera que en sus cartas y sermones se puede hacer una
extraordinaria radiografía de la realidad político-social-económico y
religiosa. Detecta los errores: pobreza en el pueblo, especialmente en las
capas populares, que son sistemáticamente marginados: campesinos y artesanos,
criados, asalariados, jóvenes sin trabajo, viudas, menores, muchos de ellos
huérfanos producto de las guerras y niños y sin posibilidad de educarse, pobres
y esclavos. Y por otra parte, nobles e hidalgos que se quieren librar de las
cargas fiscales por creerse ciudadanos de primera, cargando sobre los hombros
de los débiles los gastos del despilfarro de ellos, corrupción de costumbres,
abusos de poder, injusticias pues poseían el control de los tribunales,
ignorancia cultural y religiosa, etc. Pero no le faltará a San Juan de Ávila
una visión de esperanza. Cree en la cultura y en la virtud como los motores de
esta nueva sociedad del renacimiento. Por eso no le faltan ideas y proyectos
que se llegan a materializar en acciones concretas para hacer avanzar a esta
sociedad apostando por lo humano, pero con la fuerza de los divino: de ahí que
dirá: “¿Qué, diré, sino que el hombre con Dios es como Dios, y el hombre sin
Dios es grandísimo tonto y loco?”[15].
Fundará colegios para la formación de los niños especialmente de los más
pobres, pues es el camino para su posterior crecimiento como personas; ayudará
a fundar hospitales y universidades, cuidará de la formación de nobles, para
que se sean generosos, y de labradores tanto a nivel humano (sacarlos de su
analfabetismo) como en el camino espiritual, y hasta inventará cuatro ingenios
para elevar el agua de nivel y así poder ayudar a tener agua potable y regar los
campos de la a veces árida Andalucía, y sobre todo, intentará formar la
conciencia de los responsables de la sociedad (autoridades civiles y
religiosas) para que primero, con su ejemplo, y, segundo, con sus decisiones y
acciones concretas, cambien la sociedad en una más justa donde el poder, el
tener y el saber esté más igualitariamente repartido y al servicio de los más
débiles, de los pobres y campesinos, de los analfabetos y enfermos, y de todos
aquellos que no pueden beneficiarse del empuje económico que por estos años
después de la reconquista se producía en Andalucía.
Pues bien, todo esto que he descrito de
pasada lo veremos reflejado con más detenimiento en la Baeza que se encuentra San
Juan de Ávila cuando llega en 1539. Ella va a ser su punto de atención
primordial a partir de este momento, hasta su muerte, unas veces con su
presencia y otras desde la distancia física, mas no en el corazón. En ella
pondrá todas sus energías y desvelos, para se que convierta, como así fue, en
punto de referencia de lo que es vivir una vida cristiana auténtica, una
educación que tenga en cuenta los valores humanos y cristianos, y un compromiso
con la cultura y con la gente, sobre todo con los más desfavorecidos. En ella
permanece, como dijimos, durante seis años, es decir, hasta 1545, aunque en
este tiempo también hará algunos viajes misioneros: Córdoba, 1540, para dar los
primeros pasos para la creación de unas escuelas en la ciudad; Jerez, 1541,
donde funda con el concejo municipal el colegio para niños de Santa Cruz;
Sevilla, en donde lo encontramos a mediados de 1541 y donde se le unió como
discípulo D. Diego de Guzmán, hijo del conde de Bailén y donde se hacen las
gestiones para otro colegio. En 1542 lo vemos predicando en Granada en la
fiesta del Corpus y asistiendo y colaborando en la restauración del monasterio
de las clarisas de la
Encarnación , a donde acude desde el convento de las clarisas
de Baeza sor Isabel, hermana del arzobispo de Granada. En este monasterio
granadino está precisamente el cuadro más antiguo que se conserva de él, no
pudiéndose comprobar exactamente si es una vera efigie del Santo Maestro.
Después de su partida de Baeza (1545) constatamos otros lugares en donde
estuvo: Montilla (1545), Zafra en Badajoz (1546), Córdoba, Fregenal de la Sierra (1547), (Priego
(1552), Baeza, Úbeda, Lucena, Constantina, Alcalá de Guadaira, Lebrija, Palma,
Utrera; y ya desde 1554 hasta su muerte en 1569 lo vemos enfermo viviendo
pobremente en una casa en Montilla aquejado de fuertes y permanentes dolores de
ijada, estómago, Gota artérica, cataratas, estando como a “echa levanta”;
aunque esto no le impedía escribir a centenares de personas que acudían a él de
toda clase y condición para consultarle sobre los más variados temas y recibir
de él todo tipo de consuelo, sobre todo espiritual. Desde allí escribió los
célebres Memoriales al concilio de Trento,
pedidos por el obispo de Granada D. Pedro Guerrero ya que no podía acompañarle
por estas cuestiones de salud, como hubiera sido el deseo del prelado, y que
sin duda tuvieron gran influencia en todos los reunidos en aquella localidad
italiana para reformar la
Iglesia. Tampoco le impedía predicar en la novena de la
octava del Corpus, en que parecía como nuevo, volviendo al lecho del dolor nada
más terminar. Murió con gran fama de santidad tal día como hoy, un 10 de mayo
de 1569.
4. Baeza en su tiempo
Nos
centraremos ahora en ver algunas de las características de la Baeza que se encontró San
Juan de Ávila cuando llegó y las actividades que esta ciudad realizó.
4. 1. Actividades de
San Juan de Ávila en Baeza
La primera tarea que tiene que acometer
San Juan de Ávila en Baeza es la de poner paz en la ciudad. Baeza, rica y
próspera desde la época de la reconquista por su actividad comercial y
agroganadera, no podía levantar cabeza debido a las disputas internas y
sangrientas entre los Benavides y los Carvajales. Se trataba de una verdadera
guerra civil, pues quien no estaba con un bando estaba en el otro, y que se
prolongaba ya durante más de un siglo, sobre todo desde 1437. Esto obligó a que
la reina Isabel ordenara en 1476 derribar sus fortalezas. Por si esto fuera
poco el levantamiento en contra de la corona de Carlos V, y los que creían sus
adictos, los Carvajales, provocó nuevos enfrentamientos sangrientos, incendios,
etc. Esto hacía que Baeza se quedara, sin merecerlo, sin posibilidad de
prosperar Fue la actuación evangelizadora especialmente de dos hombres, San
Pedro de Alcántara, reformador de la orden de los franciscanos, y director
espiritual de Santa Teresa de Jesús, y San Juan de Ávila, los que con su
ejemplo, con su predicación, y con sus conversaciones en público y en privado,
fueron calmando los ánimos, reconduciendo a la unidad y en el nombre de Jesús
consiguiendo ablandar los corazones, de manera que como dice el biógrafo Fr.
Luis de Granada: “Viendo que en la ciudad había bandos antiguos y muy
sangrientos entre Benavides y Carvajales, por haber intervenido muerte y sangre
entre ellos, tal gracia y fuerza dio Nuestro Señor a la palabra de su siervo
[Juan de Ávila], que tan agriamente se dolía del perdimiento de las ánimas, que
allanó mucha parte de estos bandos; y lo que no había podido hasta entonces el
brazo del Rey, pudo el de este pobre clérigo, ayudado de Dios”[16]. La Baeza que conoce San Juan de
Ávila cuando llega vive una desigualdad social muy acusada, entre la nobleza y
las capas populares antes descritas, que constituyen la mayoría de la
población. A esto contribuye muy negativamente las distintas y prolongadas
sequías en la primera mitad del siglo XVI, lo que hace que la gente se muera
literalmente de hambre, especialmente muchas viudas pobres (549 se contabilizan
en 1535), muchos niños huérfanos, unos, hijos de soldados que caen en las
luchas contra los árabes, y otros niños moriscos que son traídos como cautivos
y como botín de guerra en aquellas contiendas; muchos oficios menores como
campesinos, traperos, zapateros, sastres, mancebos, panaderos, aguadores, viven
en situaciones precarias, y el dinero que ganan no les daba lo suficiente para
subsistir, pues a la falta de recursos había que sumar lo que debían pagar como
impuestos. La falta de pan por las sequías y de salud hace que también las
enfermedades y la peste hagan sus devastadores estragos.
Pero la ciudad de Baeza, ya pacificada, va
a alcanzar su apogeo en este siglo XVI, sobre todo en su segunda mitad,
esplendor que manifiesta visualmente no sólo en la calidad de los monumentos
que en esta época se construyen y que le dan el estilo señorial del que hoy
goza, sino que hace que aumente en este siglo la población llegando a su punto
álgido, hasta estabilizarse al final de esta época, sufriendo un declive en los
siglos siguientes, consiguiendo de nuevo estabilizarse hasta prácticamente
nuestros días. Así, el casco urbano, se incrementará desde 1528 en que cuenta
con 11.862 habitantes a casi el doble en 1561, con 20.191, y pasando en 1591 a
tener hasta 23.274[17]. Esto
nos da una idea del esplendor de esta ciudad, en parte producido por la
pacificación y por el apogeo de la Universidad , que atrae ciudadanos de todas
clases, así como la construcción del Pósito cuya construcción se terminó en
1554, y que facilitaba la adquisición del trigo imprescindible en tiempos de
sequía y hambruna.
4.2. El Colegio que
creó D. Rodrigo López, clérigo baezano de gran renta y familiar del Papa Paulo
III
El 14 de marzo de 1538, el papa Paulo III,
expedía la bula fundacional Altitudo
divinae providentiae de un colegio o escuela, bajo la advocación de la Santísima Trinidad.
D. Rodrigo López, de unos setenta años, sería el que sustentaría el colegio con
los beneficios y prestameras anuales de las parroquias de Bailén, Arjona,
Lupión, Sabiote, Villanueva del Arzobispo, Alcalá la Real y San Pablo de Úbeda;
(no menos de 300 ducados de oro anuales), además de una importante cantidad de
su hacienda particular (1000 ducados). Los administradores perpetuos serían él
mismo y su hermano, el Mtro. Pedro López, arcediano de Campos y canónigo de
Palencia, de unos sesenta años, y que como D. Rodrigo residía en Roma. Según
esta bula de fundación se ordenaba que fuesen el cabildo y los canónigos de
Jaén, residentes en Baeza, y el vicario de esta ciudad los que nombraran
administradores cada dos años, pero esto cambió pronto, pues apenas pasado un
bienio el Papa nombraría a San Juan de Ávila rector de la Universidad con la
facultades necesarias para poder elegir nominalmente los siguientes rectores y
administradores de esta institución docente.
El colegio estaba destinado, según expreso
deseo de D. Rodrigo López, a educar en letras y saber contar, además de en la
virtud humana y cristiana, a los niños pobres para lo que habría de construirse
también una capilla adyacente donde poder celebrar misa.
El día 6 de agosto de 1539 el doctor
Rodrigo López otorgó un poder nombrando sus subadministradores, procuradores y
gestores con todas las facultades en todo lo que al Colegio se refiere
(elección de sitio, edificación, administración, etc.) al Maestro en sagrada
teología Juan de Ávila y al clérigo Francisco Delgadillo. No debió tardar mucho
en venir a Baeza el Santo Maestro para comenzar pronto la erección del Colegio
de niños, “en lo que hoy es casa de capellanes y algunas aulas del claustro
bajo del actual Instituto, y las acomodó para clases”[18]; hoy
conocido como Escuelas Menores y en donde se alberga el Museo de la ciudad de
Baeza. En documento pontificio de 19 de enero de 1540 el Papa determina que a
petición del D. Rodrigo López, ya fallecido al igual que su hermano, se nombre
administradores al Mtro. Ávila y Diego de Sevilla, preceptor de la casa de
Sancti Spiritus de Baeza y primo hermano del Doctor Rodrigo.
4.3. La Universidad
En decreto de 1542 del Papa, y a petición
de San Juan de Ávila, se faculta a la Institución docente de Baeza para que conceda
grados mayores y pase a ser Universidad, con Artes y Teología, no así de Leyes
y Medicina, pues no quería mezclar San Juan de Ávila este tipo de
conocimientos, viendo que aquellos eran más urgentes para las necesidades del
momento en esta parte de Andalucía y en su evangelización. Estoy absolutamente
de acuerdo con lo afirmado por D. Juan Higueras: “La creación de la antigua
universidad de Baeza, […] constituye —sin lugar a dudas— el acontecimiento
socio-cultural más trascendente en la historia del siglo XVI para esa muy noble
ciudad «Nido Real de Gavilanes»”[19]. A
excepción de la
Universidad de Granada fundada en 1526-31 por el Papa
Clemente VII (1523-34) a instancias del emperador Carlos V (1516-1558), no
había otra universidad en esta parte de la Andalucía oriental, llegando ésta de Baeza a ser
en importancia la tercera de Andalucía, después de la de Sevilla y Granada. Así
pues, San Juan de Ávila fue propuesto como el patrono de la Universidad y con
derecho a proponer a los sucesores y no al cabildo de Jaén como solía hacerse.
San Juan de Ávila se ocupará del rectorado tanto cuando estaba en Baeza o por
correspondencia mientras creaba otros colegios mayores y menores y predicaba en
otras ciudades de Andalucía, Extremadura y la Mancha.
En 1544 comenzaron a formalizarse los
estudios mayores. Parece que el maestro Carleval, discípulo de San Juan de
Ávila, que será después propuesto por el Santo Maestro como rector de la Universidad llega a
Baeza en 1546. Se conceden los primeros grados el 1 de diciembre de 1549 al
entonces licenciado Bernardino de Carleval y lic. Loarte[20].
Nos dice Sala Balust: “Nunca fue aquel
Colegio del P. Ávila una construcción suntuosa como merced a la generosidad del
canónigo Pedro Fernández de Córdoba, se hizo a finales de siglo y persevera.
Aquellas escuelas consistían en dos casas principales, que resultaban
insuficientes, y que había que ampliar con el alquiler de otras varias, todas
ellas necesitadas de «labores e reparos» o por motivos de adaptación, o de mala
conservación”[21].
Se construyó precisamente esta Universidad en el antiguo lugar que servía para
la reunión de los célebres “bandos” de la ciudad. Situado por encima del Rastro
de la Carnicería.
Todavía se puede apreciar su fachada junto al barrio de San
Pedro con arco de medio punto y con la inscripción latina de su fundación[22].
En el colegio de niños y en la Universidad se
formarán no sólo muchos baezanos, sino niños y jóvenes de los pueblos de
alrededor (los testigos del proceso de beatificación hablan que en 1624-25 eran
entre 500 y mil alumnos) y también clérigos y novicios de muchas órdenes
religiosas que pronto, atraídos no sólo por la calidad de la enseñanza, sino
por el espíritu y virtud que la inspira, consideran a Baeza como el lugar más
adecuado para formar a los clérigos y futuros sacerdotes de una Iglesia renovada.
Y discípulos y formados en esta Universidad van a hacer que no sólo en todo el
obispado de Jaén, sino que en numerosos lugares de Andalucía, de España y del
mundo se tome conciencia de la necesidad a los niños y jóvenes de los primeros
años, pues son el futuro de la sociedad, y que los laicos y clérigos allí
formados sean motores no sólo del bien espiritual, sino también del cultural,
concienciando a los concejos y personas influyentes y con bienes a procurar los
medios necesarios para este fin. Discípulos de esta Universidad ocuparán
puestos de responsabilidad, uno será rector de la Universidad de
Salamanca, otros del Convictorio de Évora, otros predicadores en nuestra
geografía y en el mundo, influyendo en los demás sacerdotes por su formación y
celo evangélico: “un clérigo de Baeza se conoce en toda España en la modestia,
moderación del traje, compostura y gravedad de costumbres”[23]. Y es
que San Juan de Ávila no quiere una Universidad para aprender una teología
alejada de la vida, sino una universidad pastoral, donde salgan verdaderos
pastores que sepan conducir a los demás por el camino del bien. De manera que
para conseguir el título de doctor había que haber predicado en los lugares de
alrededor y con éxito.
El edificio nuevo de la Universidad se inaugura
oficialmente el día de San Lucas, 18 de octubre de 1595, con una gran procesión
de estudiantes desde el edificio antiguo[24], y es
costeado por el canónigo D. Pedro Fernández de Córdoba, quien comienza su
construcción en 1568.
La influencia de San Juan de Ávila no se
cierra solamente con su creación y puesta en marcha, sino en toda la vida y en
el espíritu que la inspira. Espíritu que contagia a sus discípulos, quienes
mantienen este estilo de vida mucho después de su muerte. De manera que San
Juan de Ávila estará para siempre presente, aún después de muerto, a lo largo
de los siglos en la
Universidad de Baeza, como ha estudiado detenidamente D. Juan
Cózar Castañar[25].
4.4. ¿Quién es San
Juan de Ávila para Baeza?
¿Qué tiene San Juan de Ávila para que en
Baeza ochenta años después de su estancia se le recuerde como hombre clave para
la ciudad y para que gente de todo llenase las iglesias y acudiese
personalmente y por carta en busca de consejo para sus vidas en los más
variados asuntos? ¿Quién es esta persona que con su presencia y predicación
cambia las conciencias de mucha gente, para que conociéndose mejor abandonen
sus anteriores puntos de interés y se dediquen a una vida más abierta a Dios y
al prójimo? San de Ávila es una hombre, afable, un hombre de desprende amor
hacia todos y cada uno de los que se acercan a él, y que no deja indiferente a
nadie. Era un hombre, que con su predicación y consejos, con dulzura, pero a
veces también con auténtico realismo, por eso le llega a la gente porque le
llega a la médula y al corazón, y hasta dice cosas en que tienen que cambiar
pero no desde el desprecio sino desde el
amor, y buscando siempre su bien, a todos alienta desde el amor de Dios. Y
desde amor de Dios que él ha experimentado en su vida, un Dios que no reprocha,
sino que se acerca y se humilla al hombre hasta ser azotado y elevado en la
cruz siempre desprendiendo amor y perdón, que la ha cambiado totalmente.
La experiencia de un Juan de Ávila, amado
infinitamente por el Señor desde su cruz, es la que le mueve y lo que predica.
En la entrega de Cristo en la cruz ha experimentado aquello que nos dijo el
Señor: “No hay amor más grande que dar la vida por los amigos, vosotros sois
mis amigos” (Jn 15,13). En la cruz ha visto el amor de un Dios que lejos de ser
un Dios lejano, o justiciero, ha entregado a su Hijo, lo que más quería por
esta humanidad: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo”. Porque Dios es
Amor. Esto es lo que una y otra y otra vez repite San Juan de Ávila a todos.
Por eso mueve a las personas desde lo más hondo, sacando todos fuerza y
consolación en las más diversas circunstancias: en enfermedades, en problemas
afectivos, de negocios, des tribulaciones por vivir el evangelio y ser fieles a
los valores que implica, acción positiva en defensa de la justicia, en
proyectos concretos de caridad. En la cruz ve también el amor del Hijo que se
nos da, que libremente se entrega, no un dios derrotado ante el mal, sino un
Dios que responde ante el mal entregándose libremente y padeciéndolo él mismo,
para en su carne, y al ser quemada su carne en el árbol de la cruz, ser
destruido también el mal. Y ese Espíritu Santo, como sugiere el evangelistas
San Juan se derrama también ese día de la muerte de Cristo hacia todos, porque
ese Cristo estaba pensando también en todos los hombres y mujeres de todas las
generaciones al morir, como si aquel día fuese ya de hecho el día de
Pentecostés en que se derrama en los corazones el amor de Dios victorioso de
todos los males.
Ese amor de Dios es el que contagia en
cada conversación, en cada carta, en cada sermón que proclama y que busca no la
vana elocuencia o una estéril retórica, propia de la época, sino el mover el
corazón del oyente hacia Dios y hacia el prójimo, en cada conversación.
Su experiencia es la de ser amado por el
Señor, la de ser aceptado y perdonado por Él, la de saber con certeza firme que
todo lo que hizo Cristo y padeció por nuestro bien, y con él por tanto todo
sobra. Esto es lo que quiso comunicar a los demás una y otra vez.
“Cuando yo, mi buen Jesús, veo que de tu
costado sale ese hierro con es lanza, esa lanza es una saeta de amor que me
traspasa; y de tal manera hiere mi corazón , que no deja en él parte que no
penetre. ¿Qué has hecho, Amor dulcísimo? ¿Qué has querido hacer en mi corazón?
Viene aquí por curarme ¡y hasme herido! Viene a que me enseñases a vivir, ¡y
hacésme loco! ¡Oh dulcísimo herida, oh sapientísima locura! Nunca me vea yo
jamás sin ti”[26].
Y también:
“¡Oh dulce fuego! ¡Oh dulce amor! ¡Oh dulce llama! ¡Oh dulce
llaga, que ansí enciendes los corazones helados más que nieve y los conviertes
en amor! Con el fuego principal de tu venida henchiste el mundo de tu amor;
como dice el profeta: Visitaste la
tierra, y embriagártela de amor, y ansí multiplicaste sus riquezas (Sal
64,10) con tal linaje de amor. Visitando la tierra embriagaste los corazones
terrenos. ¡Oh amantísimo, benignísimo, hermosísimo, clementísimo!, embriaga
nuestros corazones con ese vino, abrásalos con ese fuego, hiérelos con esa
saeta de tu amor”[27].
No habla de exigencias de Dios hacia
nosotros, sino de lo que Dios gratuitamente ha hecho por nosotros, de lo que
sólo se puede desprender un amor incondicional hacia aquel que
incondicionalmente nos ama y nos ha demostrado en la cruz. Por eso es amante de
mirar y dejarse mirar por el crucificado que ahora vive resucitado. Por eso, la Biblia , y principalmente
los evangelios y la meditación de los mismos serán su principal fuente de
inspiración, también san Pablo y sus escritos en quien él encuentro un fiel
reflejo de la vida de Cristo. Muchas partes de la Biblia se las sabía de
memoria, sobre todo evangelios y cartas de Pablo). También la vida de Francisco
de Asís ha influido mucho en él. Pues en muchas cosas son muy parecidos:
conformarse con la voluntad de Dios en todo, vida pobre, viviendo de limosna
para él y para las obras de caridad, mendigar a Dios a veces hasta con lágrimas
el bien y el cambio de la gente etc. Quien quiera saber cómo describe San Juan
de Ávila su propia autobiografía que lea
el sermón 78, el sermón que predica
sobre San Francisco de Asís, en el día del santo, 4 de octubre. Al igual que
San Francisco de Asís, San Juan de Ávila desea una Iglesia que se despoje del
polvo del camino acumulado durante los siglos y de la prepotencia y coja el
camino de la primitiva Iglesia: tomando como ejemplo la vida de Cristo, cuyas
pisadas hay que seguir y el camino de los Apóstoles y el de las primeras
comunidades cristianas: austeridad, amor profundo a Dios, compromiso con los
más pobres pero no desde arriba sino desde una existencia al lado de ellos
compartiendo con ellos sus desconsuelos y sus esperanzas.
El San Juan de Ávila de Baeza, como lo fue
siempre, es un hombre afable (testigo), que contagia amor, esperanza, amistad
profunda, humildad, con una unidad interior que contagia paz en torno a sí, con
sentido realista, con don de consejo y discernidor de espíritu, buen director
de almas, muy dado a la oración y trato familiar con Dios al que dedica mucho
tiempo, comprometido con el prójimo, con cada uno y con los problemas de la
sociedad en general. No es suyo sino de aquellos que lo habían menester. Lo
mismo ocurriría en Baeza, como se cuenta, recibiendo a gente, hablando sobre
los problemas de cada uno, predicando para ayudar a la sociedad de su tiempo,
visitando a los enfermos, preocupándose por la situación de los pobres y
marginados, etc.
Viste pobremente, una sotana raída, pero
limpia, y como sólo leche, grandas y otras frutas, pero nunca comida preparada
en la cocina. Lleva una coherencia de vida: no acepta la sotana nueva que le
regala el arzobispo de Granada y el sombrero nuevo de la marquesa de Priego. Ha
renunciado a varias canonjías, en Granada, en Jaén, en Antequera, sino también
al obispado de Segovia y al arzobispado de Granada. Las razones que aducía, por
su gran humildad, era que él no era digno de tal altos honores.
Esta austeridad de vida y de oración será una luz en los
discípulos para siempre. Así lo harán los profesores de esta universidad y los
alumnos, a los que se les prohíbe vestir con lujo y vestidos de seda, etc. Los
jesuitas de Andalucía visten de manera más humilde precisamente por el estilo
evangélico que ha impreso San Juan de Ávila en sus discípulos, esparcidos
principalmente por toda Andalucía, sin que también existieran otros muchos en
otras partes de España y del extranjero.
El Santo Maestro está abierto a todos, es
de todos, principalmente de los pobres. No teniendo nada, pues vivía de la
limosna, tiene para dar a pobres, para costear a algunos que no podían pagarse
los estudios, para fundar colegios gratis, para pedir a los que tienen y sean
generosos con los pobres. Así ocurrió en el caso de los duques se Feria,
señores de Zafra, quienes después de la predicación de San Juan de Ávila
vendieron su carroza de plata, e hicieron escuelas en sus tierras y se
preocuparon por mejorar el nivel de vida de sus vasallos y trabajadores; y
tantos otros. Con el dinero que le dan por las patentes de los inventos de agua
también ayuda a costear los gastos de algunos colegios.
4.5. Escritos
Están recogidos en la BAC en 4 volúmenes[28].
Conocemos hasta la fecha 262 cartas .
Parece que escribió más de mil, o dos mil, y que muchas de ellas estoy seguro
de que poco a poco, aunque no todas, por supuesto verán la luz, porque puede
que anden perdidas o traspapeladas en multitud de legajos dispersos en todas
las Bibliotecas de nuestro país, o del extranjero, y todavía a la espera de
catalogación o contenidas en entre las obras de otros autores, como ha sido el
caso de algunas de ellas. Su libro más sistemático es Audi, filia, y también escribió las Causas y remedios de las herejías, los dos Memoriales al concilio de Trento para la reforma de la Iglesia , y otros escritos
dirigidos a los sacerdotes y a poner en práctica las enseñanzas del concilio de
Trento.
Los sermones,
si bien son auténticas joyas de predicación evangélica, no tienen el mismo
frescor que las cartas, porque han sido recogidos por los discípulos. Él no los
llevaba escritos, aunque sí solía tener un pequeño esquema, y como tenía una
memoria prodigiosa y sobre todo estaba abierto al Espíritu, éste le iba
iluminando. Además de que los llevaba muy bien preparados. Al menos tres
discípulos se ponían debajo del púlpito para ir recogiéndolos. Uno copiaba las
citas bíblicas, otro los ejemplos y otro se encargaba de ir anotando la
doctrina. Luego se reunían para recomponerlos. La mayoría de ellos han sido
revisados y retocados posteriormente por el Santo Maestro, aunque algunos,
pocos, parece que no. A los más pequeños está destinado el Catecismo, que se
titula Doctrina cristiana, que consta
de estrofas en verso que los niños fácilmente aprendían, y hasta incluso
contaban por las calles de la ciudad, y así los mayores también aprender la
doctrina cristiana.
5. Influencia en Baeza
a través de los siglos
Hemos visto la influencia de San Juan de
Ávila en la pacificación de la ciudad y en la creación de las Escuelas y
después, desde 1542, Universidad. Pero va a tener influencia en toda la vida de
la ciudad, sus continuas predicaciones, muchas de ellas en la iglesia de San
Pablo ayudan a la gente. Los niños de estos colegios van a cantar los domingos
por las calles la doctrina cristiana con el catecismo en forma de coplillas que
el P. Ávila ha compuesto. También va a dar un realce especial a la fiesta del
Corpus, que llega hasta nuestros días, en donde los niños acompañan también a
Cristo en la custodia, a doce viste de apóstoles y los demás de ángeles, y así
los mayores, como decíamos, pueden también ir aprendiéndola. La influencia en
Baeza y en los alrededores sobre la piedad eucarística, sobre todo en la fiesta
del Corpus, perdura hasta nuestros días.
Con respecto a la piedad popular, hay que
decir que San Juan de Ávila cree en el valor de las imágenes, como manera de
ayudarnos a hacer más presente en nuestra vida al verdadero e invisible Dios.
Hasta incluso aconseja orar ante algún crucifijo, que nos diga algo, pues nos
recuerda la verdadera humanidad de Cristo, que ahora vive resucitado. Pero San
Juan de Ávila quiere renovar la vida de las cofradías pues observa que han
descuidado el verdadero sentido con el que fueron fundadas: verdaderas
hermandades de gremios para ayudarse en medio de las dificultades y para el
culto. Pero se lamenta de que se están centrando más en el culto, descuidando
la vida de caridad fraterna y con el prójimo. Por eso fomenta el cambio de
estatutos y de corazón para el culto y la caridad vayan unidos, siendo la
caridad la parte fundamental en la vida de cada una. Así lo solicita al mismo
Concilio de Trento, a quien propone que las cofradías asuman la construcción de
hospitales par pobres, colegios para los más necesitados, etc. Recomendación
que llega a cumplirse en muchos casos[29].
También aborda la cuestión de los
alumbrados, que comienzan a proliferar en España y también en Baeza. Algunos
discípulos suyos caen en este error. En Baeza se también el fenómeno de la
conocidas como “beatas”, mujeres, vírgenes o viudas, que dedicadas a una vida
intensa de oración ponen demasiado acento en las manifestaciones
extraordinarias de Dios. San Juan de Ávila les previene de que la verdadera
vida religiosa no se basa en las posibles visiones extraordinarias, sino que el
Santo Maestro, experto en vida espiritual, advierte con dureza y rotundidad, de
que en la verdadera vida de oración lo que hay que desear es una vida que
transcurra por camino llano, no buscando grandes manifestaciones
extraordinarias de Dios, sino siguiendo su voluntad y cumpliendo nuestros
deberes de amor con el prójimo[30].
6. Influencia
histórica
Desde su sencillez, amor, humildad, compromiso con la
renovación de la Iglesia
y de la sociedad, San Juan de Ávila ha influido no sólo en personas, sino en
estructuras sociales y eclesiales no sólo de su época, sino en todas las
siguientes a él. Su radio de influencia ha traspasado las fronteras del tiempo
y del espacio. Señalaremos , a continuación, las influencias más relevantes en
la vida de la Iglesia
y de la sociedad.
6.1. En la vida de la Iglesia.
San Juan de Ávila ha ejercido una
influencia decisiva en la renovación de la vida de la Iglesia , tanto en las
personas a las que trata personalmente, o por carta, como en sus sermones,
pláticas, etc. como en los responsables de la Iglesia reunidos en el
Concilio de Trento o en los sínodos que buscan su aplicación.
Influye en el cambio de vida y apoya a
personas que van a ser claves para la vida de la Iglesia[31]:
- Conversión de San Juan de Dios, (nació en 1495), a través
de un sermón en Granada el 20 de enero de 1537. San Juan de Dios vendrá con
frecuencia a Baeza a pedir consejo tanto espiritual como de la creación de su
Orden Hospitalaria así como para la creación y funcionamiento de los hospitales
que para bien de la gran cantidad de enfermos y desahuciados por la sociedad va
poniendo en marcha.
- San Francisco de Borja (1510-1572), hijo del duque de
Gandía (Valencia) será ayudado en su conversión de la vida palaciega por San
Juan de Ávila, y posteriormente como su director espiritual, con quien se
encontró en Granada en mayo de 1539 con motivo de los funerales de la
emperatriz Isabel de Portugal, quien habiendo muerto en Toledo fue enterrada en
Granada. Ambos se volvieron a ver en algunas ocasiones (Córdoba —en 1553— y en
Montilla —1559—). San Francisco de Borja será después el sucesor de San Ignacio
de Loyola al frente de la
Compañía de Jesús desde 1565 hasta su muerte en 1572, y tuvo
siempre una gran veneración hacia San Juan de Ávila. Del estilo de cómo le
ayuda en su vida espiritual tenemos el ejemplo de dos cartas que San Juan de
Ávila le escribe desde Montilla en 1566 siendo ya Prepósito general de los
jesuitas (cartas 192-193).
- Santa Teresa de Jesús (1515-1582), aconsejada por sus
confesores, que ya conocían la fama de hombre de oración y virtud y espíritu de
discernimiento, y acosada por la
Inquisición en su estilo de vida y oración, le escribe como
último remedio para ser avalada. Y al fin lo consigue. La autobiografía que le
escribe, en la que va detallando su camino de vida espiritual es confirmada por
el Santo Maestro en la carta 158, que es un claro ejemplo de cómo San Juan de
Ávila sabe del camino de la unión con Dios y cómo él es un verdadero místico.
No tanto por los sentimientos o experiencias extraordinarias de Dios, que
aunque las tuviese, nunca aconsejaba que se buscasen, sino por su intensa vida
de íntima unión con Dios, que en eso consiste en realidad la vida mística. La
santa, al recibir la aprobación de San Juan de Ávila quedó confortada y
alentada en su camino. Por eso, al llegar a ella la noticia de su muerte, está
triste, y, preguntada porqué sentía ese dolor por este santo varón que se había
ido a gozar al cielo, comenta: “Lo que me da pena es que pierde la Iglesia de Dios una gran
columna y muchas almas un gran amparo, que tenían en él, que la mía, aun con
estar tan lejos, le tenía por esta causa obligación”[32], según
recoge Luís Muñoz[33].
También va a tener contactos Santa Teresa de Jesús con discípulos de San Juan
de Ávila, como Francisco Hernández, que se haría carmelita y sería misionero en
el Congo, en donde propagó el hacer misionero, el método de evangelización y
hasta el catecismo que escribió San Juan de Ávila. También trató con Diego
Pérez de Valdivia, y con el P. Martín Gutiérrez, pariente del Maestro. Hasta le
llegan a ella algunos textos avilistas del Santo Maestro que el P. Juan Díaz,
encargado de publicar sus escritos, iba preparando ya en 1581. Muchas eran las
cosas en que coincidían la santa y San Juan de Ávila: oración mental,
referencia a la humanidad de Cristo, reforma de la Iglesia , íntima unión con
Dios como motor de toda la persona y de la sociedad, etc.
- S. Juan de la
Cruz (1542-1591). Mucha es la relación de san Juan de la Cruz con San Juan de Ávila,
aunque si bien parece que no llegaron a conocerse, pues él 42 años más joven y
no vino por estas tierras, si está presente en su espíritu en todo lo que rodea
sobre todo desde que llega a Andalucía. Está todavía por investigar la
influencia de San Juan de Ávila en el Santo Místico. Pero muchos datos nos
indican que ésta fue abundante. Ya cuando viene a la Peñuela en la Carolina , vive con carmelitas,
que no eran sino eremitas, discípulos de San Juan de Ávila que vivían en unas
propiedad de un señor de Baeza y que como el concilio de Trento había ordenado
que todos los eremitas tuviesen una regla se habían hecho carmelitas. Así es
que San Juan de Ávila Maestro de todos ellos estaría presente en sus
conversaciones y en su vida. También cuando se va al Calvario en la sierra de
Segura, vive con San Juan de la
Cruz un discípulo de San Juan de Ávila que se había hecho
carmelita, Andrés de Cazorla. Además, san Juan de la Cruz , fue atraído por el
espíritu de fervor evangélico y formación seria integral de la universidad
decidió venir a Baeza para ser el primer rector del primer colegio descalzo
universitario de Andalucía. Fue en 1579, diez años después de la muerte de San
Juan de Ávila, pero todavía vivían como rector y profesores los mejores
discípulos del santo Maestro: Bernardino de Carleval, Diego Pérez de Valdivia,
Pedro de Ojeda. Sin duda, el espíritu de San Juan de Ávila, presente en sus
discípulos influyó de una manera muy positiva en el ya consagrado doctor
Místico, Juan de la Cruz ,
quien durante los dos años de estancia en esta ciudad gozaba de una gran fama
de santidad por su sabiduría divina y humana y por su caridad constante para
con los más necesitados en los hospitales y pobres.
- Diego Pérez de Valdivia, que después de estar en la
universidad de Baeza llegó a predicar en Valencia y en Cataluña, llevando la
influencia de San Juan de Ávila hacia esos lugares. Diego Pérez de Valdivia ha
sido considerado ya en su época como el Apóstol de Cataluña.
Muchos otros nombres se podrían incluir en
una larga lista en los que San Juan de Ávila influyó de manera notable ( sólo
entre sus discípulos se cuentan a más de cien), pero el Santo Maestro no sólo va
a influir en la vida de la
Iglesia a través de personas, sino en la reforma que la Iglesia estaba
necesitando, especialmente a través de los Memoriales
al Concilio de Trento y en la aplicación posterior de estas normas y su
puesta en práctica: como es el sínodo de Toledo, que influirá a su vez en el de
Granada. Y casi todas las deliberaciones y medidas para reformar la Iglesia recogidas en este
sínodo de Granada van a influir de manera casi al pie de la letra en el sínodo
de Lima, el primer Sínodo celebrado en América del Sur para aplicar Trento y
posteriormente en el de México. Sin duda ninguna, la figura de San Juan de
Ávila es decisiva para la vida de la Iglesia.
6.2. Influencia en la
vida de la sociedad
San Juan de Ávila es un hombre, que desde
el amor de Dios, ha querido influir en la sociedad de su tiempo, cambiando
estructuras injustas en otras nuevas, más justas, pero entendió que esta
transformación no podría llevarse a cabo si no se cambiaba primero el corazón.
Por eso influye sobre todo en los corazones, especialmente de aquellos que por
su posición social (nobleza, cargos, etc.) mueven a la sociedad. Con un corazón
nuevo es como pueden surgir nuevas estructuras sociales más adecuadas para que
reine la justicia.
-Colegios: Una estructura fundamental, base de la nueva
sociedad que desea que se forme en aquella Andalucía naciente es la docente,
pues con niños, jóvenes y adultos bien preparados en conocimientos y en valores
se podría conseguir el objetivo deseado, pues estos niños y jóvenes serán los
futuros hombres y mujeres que dirigirán la sociedad. Por eso él y sus
discípulos se dedican a hacer y procurar que funcionen varios centros
educativos esparcidos por toda Andalucía: Tres colegios mayores universitarios
(Baeza, Jerez, Córdoba), once Colegios Menores (Baeza, Úbeda, Beas, Huelma,
Cazorla, Andújar, Priego, Sevilla, Jerez, Cádiz, Écija), tres convictorios para
clérigos (Granada, Córdoba y Évora en Portugal)[34];
colegio de niños de la doctrina en Jeréz, Cádiz y en Sevilla por Juan de
Lequetio, discípulo de Juan de Ávila[35]. En
Úbeda funda un colegio otro discípulo, D. Diego de Guzmán, hijo del conde de
Bailén[36].
- Hospitales: Tuvo san Juan de Ávila una predilección
especial por los enfermos, por eso lo vemos residiendo en Córdoba en el
hospital y no en el Palacio del Obispo. Además, con frecuencia visitaba los
hospitales, y no sólo de pasada, sino que se implicaba totalmente en su ayuda,
haciendo las camas, etc. Esta tarea fue ejemplo también para sus discípulos.
Nos cuentan los testigos que los profesores de la Universidad los
sábados iban al hospital de Baeza a visitar y atender a los enfermos en estos y
otros menesteres. Ya hemos comentado cómo ayudó a San Juan de Dios, incluso
pidiendo él mismo limosna en Granada para construir el hospital al lado del
convento de los Jerónimos, que todavía se conserva. Un discípulo suyo, va a
construir en Baeza el Hospital de la Concepción , que será el principal de la ciudad,
con 70 camas para pobres, (hombres y mujeres).
- También influye San Juan de Ávila, directamente o través de
sus discípulos, en la reforma de la vida de nobles, príncipes, corte, reyes,
etc. Sus ingenios hidráulicos ayudan al desarrollo de la agricultura y a
conseguir agua potable para pueblos y ciudades. Su literatura es de la
categoría del mismo Cervantes. Un discípulo suyo, el P. Esteban de Centenares,
quien pretendía pasar a las Indias, el P. Ávila es aconsejado por el P. Maestro
Ávila para que emprenda una misión evangelizadora entre los que trabajaban en
las almadrabas de los atunes, “donde se daban cita todos los maleantes,
desheredados y viciosos”[37].
También ejerció su apostolado por el condado de Niebla hacia la parte de
Huelva.
Como dijimos, Baeza no es la misma después
de experimentar la presencia pacificadora y evangelizadora de San Juan de
Ávila. Tampoco para los condes de Feria (don Pedro y doña ana Ponce de león),
que cambiarán su vida, incluso venderán su carroza de plata para llevar una
vida austera y construir escuelas en sus tierras para los labradores, en las
que les enseñaran las virtudes humanas y cristianas. También da consejo sobre
cómo ejercer el buen gobierno a los que tienen propiedades o gente a su cargo,
como es el caso de las cartas 11, 12, y 13. La carta 86, a la villa de Utrera,
es un auténtico tratado de cómo debe ser la vida de una ciudad desde los
dirigentes hasta la de los trabajadores y todo tipo de ciudadanos, buscando
todos el bien común. También la carta 86 es llamamiento urgente para que no se
produzcan favoritismos por parte de los que gobiernan la sociedad. Hasta
escribe cómo tiene que ser la vida de los reyes, en su breve tratadito llamado “Advertencias necesarias para los reyes”,
que escribió al obispo D. Cristobal de Rojas y demás obispos asistentes al
concilio de Toledo, tal vez con la intención de que se lo hiciesen llegar a los
reyes. Es un verdadero tratado sobre cómo tiene que gobernar un rey, y en el
que se abordan temas como: su responsabilidad, cuidado de la justicia,
selección de los gobernantes, corrección de los abusos y gasto y lujo excesivo
de los mismos gobernantes y del pueblo; que todos tengan oficio de trabajo,
causas y remedios de la pobreza del pueblo, cargos concretos: eclesiásticos y
civiles; no debiendo ser en ningún caso como pago de servicios sino por la
valía para ejercerlos, etc.
6.3. Influencia
universal
La fama e influencia de San Juan de Ávila
traspasa las barreras del espacio y del tiempo. Ya en su época es considerado
como el Apóstol de Andalucía, y hasta el mismo San Ignacio de Loyola dijo que
si decidiese hacerse jesuita sería recibido como el Arca del Testamento. Él no
llegó a entrar nunca en la
Compañía , pero muchos de sus discípulos sí, aconsejados por
él, unos treinta, pues veía que después de su muerte el camino emprendido por
el jesuitas era el que más se parecía al
que él había llevado. Fueron éstos los que más divulgación mundial dieron a la
obra del Santo Maestro. Pronto se leían sus obras, sobre todo el Audi,filia en Inglaterra, ayudando mucho
a los católicos ahora reprimidos por Enrique VIII. También sus obras y su
Catecismo llegaron al Congo, por medio de un discípulo. Sus consejos al
concilio de Trento eran tenidas en cuenta para Reforma de toda la Iglesia. También
influyó en Méjico y Perú. Sus obras pronto se tradujeron al alemán, inglés,
francés e italiano. Sus escritos catequísticos fueron divulgados principalmente
por los jesuitas (Roma, Mesina, Florencia…). Todavía hoy se conservan y recitan
en el sur de Italia. Este catecismo, compuesto por San Juan de Ávila, y que se
cantaba por los niños del Colegio por las calles de Baeza, se sigue enseñando
todavía hoy en el sur de Italia. El amor a la Eucaristía y a la Virgen María se observa Baeza,
en los pueblos de alrededor, donde predicó el mismo San Juan de Ávila y tantos
discípulos y alumnos de la
Universidad , así como en toda Andalucía.
6.4 Hacia la
declaración de Doctor Universal de la Iglesia
Ya era considerado en su tiempo como el
Apóstol de Andalucía y verdadero Doctor de la Iglesia , doctísimo, como
señala alguno de los testigos en el proceso de Beatificación, o gran columna de
la Iglesia ,
como decía Santa Teresa de Jesús, o hasta incluso verdadero Padre de la Iglesia , como afirma Fr.
Luis de Granada o Luis Muñoz , su segundo gran biógrafo, y muchos de sus
contemporáneos.
El Papa León XIII lo declaró en 1946,
patrón del clero español. Pablo VI, lo canonizó en 1970, y viendo el milagro
que ya constituye su vida para la
Iglesia , al ser padre espiritual de tantos santos, le
absolvió de la necesidad de hacer algún milagro. Los obispos españoles,
sabiendo que la figura de San Juan de Ávila no sólo es un bien y ejemplo para
los sacerdotes, dedicaron una declaración a todo el Pueblo de Dios en el año
2000 con motivo del V centenario de su nacimiento, para que todos los
cristianos y personas de buena voluntad se acerquen a conocerle e imitarle.
Benedicto XVI ya ha anunciado que
proclamará Doctor de la
Iglesia a san Juan de Ávila el 7 de octubre de 2012. A la
espera de la
Declaración Universal de San Juan de Ávila por parte de
Benedicto XVI, me atrevo a sugerir a esta Corporación Municipal la Declaración de San
Juan de Ávila como Hijo predilecto de la ciudad de Baeza. La vida de Baeza y la
de San Juan de Ávila desde aquel año de 1539 están ya permanentemente unidas, y
no se entienden la una sin la otra, constituyendo este hombre y esta ciudad
para siempre y para todos los siglos un verdadero Patrimonio de la Humanidad.
7. Bibliografía básica
sobre San Juan de Ávila
- S. Juan de Ávila, Obras completas, nueva edición crítica, eds. L. Sala Balust-F.
Martín Hernández, 4 vols., BAC (Madrid 2000-2003).
-
Luis de Granada, Vida del Padre
Maestro Juan de Ávila y las partes que ha de tener un predicador del Evangelio,
por el padre Fray Luis de Granada de la orden de Santo Domingo, EDIBESA (Madrid 2000).
- Muñoz, L., Vida y virtudes del venerable varón el P. Mtro. Juan de Ávila, predicador
apostólico; con algunos elogios de las virtudes y vidas de algunos de sus más
principales discípulos (Imp. Real, Madrid 1635), en L. de Granada-L. Muñoz, Vidas
del Padre Maestro Juan de Ávila, ed. L. Sala Balust (Barcelona 1964) pp.
137-603.
- J. Esquerda Bifet, Diccionario de San Juan de Ávila, MONTE
CARMELO (Burgos 1999)
- Proceso de Beatificación del Maestro Juan de
Ávila, ed. J. L. Martínez Gil, BAC (Madrid 2004) pp. 715-883.
-
A. Huerga Teruelo, Los
alumbrados de Baeza, Instituto de
Estudios Giennenses, Excma. Diputación provincial (Jaén 1978).
- Junta Episcopal “Pro Doctorado de San Juan de
Ávila”, Conferencia Episcopal Española, El Maestro Ávila. Actas del Congreso Internacional (Madrid, 27-30
noviembre 2000), EDICE (Madrid 2002).
- J. Esquerda Bifet, Diccionario de San Juan de Ávila, MONTE CARMELO (Burgos 1999).
-
ID. Introducción a la doctrina de San
Juan de Ávila, BAC (Madrid 2000).
- F.
J. Díaz Lorite, Amor de Dios y
plenitud del hombre en los escritos de San Juan de Ávila, ARTES GRÁFICAS
CAMPILLO NEVADO, S.A. (Madrid 2007).
- J. Rubio Fernández, Juan de Ávila. Un apóstol en camino, SAN PABLO (Madrid 2010).
[1] Luis de Granada, Vida del Padre Maestro Juan de Ávila y las partes que ha de tener un
predicador del Evangelio, por el padre Fray Luis de Granada de la orden de
Santo Domingo, EDIBESA (Madrid 2000).
[2] Muñoz, L., Vida y virtudes del venerable varón el P. Mtro. Juan de Ávila,
predicador apostólico; con algunos elogios de las virtudes y vidas de algunos
de sus más principales discípulos (Imp. Real, Madrid 1635), en L. de Granada-L. Muñoz, Vidas del Padre Maestro Juan de Ávila, ed.
L. Sala Balust (Barcelona 1964) pp. 137-603.
[3] La
mayoría de ellas aparecen al final de esta conferencia.
[4] Proceso de Beatificación del Maestro Juan de
Ávila, ed. J. L. Martínez Gil, BAC (Madrid 2004) pp. 715-883.
[5] S. Juan de Ávila, Obras completas, nueva edición crítica, eds. L. Sala Balust-F.
Martín Hernández, vol. I, BAC (Madrid 2000) p. 26, nota 81.
[6] Proceso de beatificación, p. 836.
[7] Carta 58, lin. 114, en Obras completas, vol. IV, 270.
[8] Cartas 58 y 64 y
posiblemente algunas más.
[9] Carta 58, lins.24-99, en Obras completas, vol. IV, pp. 268-270.
[10] Carta 58, lins. 128-131, en Ibid. p. 271.
[11] F. J. Díaz Lorite, Experiencia del amor de Dios y plenitud del hombre en San Juan de
Ávila, Artes Gráficas Campillo Nevado, S.A. (Madrid 2007) pp.65-166.
[12] Fray
Luis de Granada escribe que en cierta ocasión le dijo el Santo Maestro Juan de
Ávila que en la cárcel “aprendió en pocos años más que en todos los años de su
estudio” Luis de Granada, Vida, II, 4,6, en: Obras, XVI, 79.
[13] Cr. IV Jornadas de Estudios Históricos “Andrés
de Vandelvira y su tiempo”, 17 y 18 de noviembre de 2001, Jaén, Úbeda y
Baeza. Delegación provincial de Jaén de la Asociación Española
de Amigos de los Castillos, p. 9.
[14] Cf. J. Esquerda Bifet, Introducción a la doctrina de San Juan de Ávila, BAC (Madrid 2000)
p. 12.
[15] Carta 2, lins. 19-20, en Obras completas, vol. IV, p. 15.
[17] Cf. F. de Torres, S.I., Historia de Baeza, ed. José Rodríguez Molina, EXCMO. AYUNTAMIENTO
DE BAEZA (Artes Gráficas Publimax, S.L. Baeza, 1999).
[18] Obras completas, BAC, vol I, p. 76.
[19] J. Higueras, “La antigua Universidad de Baeza (1538-1824)”: Giennium, Revista de
Estudios e Investigación de la
Diócesis de Jaén, vol 3, año 2000, p. 387.
[20] Cfr.
Obras completas, vol. I, p. 92.
[21] Cfr. Obras completas, vol. I, p. 91. Ver también nota 86 en esa misma
página.
[22] Es
llamativo que ningún cartel anuncie al visitante que se encuentra ante tan
histórico y emblemático edificio.
[23] L. Muñoz, Vida…, L. de Granada-L.
Muñoz, Vidas…, ed. L. Sala
Balust (Barcelona 1964) lib. 1º, cap. 20.
[24] Cfr.
M. E. Alvarez, “La Universidad de Baeza y su tiempo (1538-1824)”:
Boletín de Estudios Giennenses, núm. 27, Jaén, 1961, pp. 15ss.
[25] Cfr.
J. Cózar Castañar, “San Juan de Ávila y la universidad de Baeza
en el siglo XVII”, en Junta Episcopal
“Pro Doctorado de San Juan de Ávila”, Conferencia Episcopal Española, El Maestro Ávila. Actas del Congreso
Internacional (Madrid, 27-30 noviembre 2000), EDICE (Madrid 2002) pp.
319-324.
[26] Tratado del amor de Dios, 11, 407-414,
en Obras completas, vol. I, p. 970.
[27] ID. 10, 389-397, en Obras completas, vol. I, p.969.
[28] S. Juan de Ávila, Obras
completas, nueva edición crítica, eds. L. Sala Balust-F. Martín Hernández,
4 vols., BAC (Madrid 2000-2003).
[29] Cfr.
J. Esquerda Bifet, “Cofradías”, en ID. Diccionario de San Juan de Ávila, MONTE CARMELO (Burgos 1999)
pp.179-181.
[30] Cfr.
A. Huerga Teruelo, Los alumbrados de Baeza, Instituto de
Estudios Giennenses, Excma. Diputación provincial (Jaén 1978).
[31] Cfr. J. Esquerda Bifet, Diccionario de San Juan de Ávila, MONTE CARMELO (Burgos 1999)
pp.108-117.
[33] Cfr.
J. Esquerda Bifet, “Teresa de Jesús”, en ID. Diccionario de San Juan de Ávila, pp.
889-897.
[36] Cfr. Ibid., p.91.