En San Juan de
Ávila se cumple una vez más la
Escritura cuando en la carta a los Hebreos se afirma de
Cristo: “Habiendo sido probado en el sufrimiento, puede ayudar a los que se ven
probados” (Hb 2,18). En San Juan de Ávila no se dará, como en Cristo, esa
muerte martirial derramada en la cruz, pero sí la muerte de la caridad, lo que
llamará martirio de la caridad (cf. Carta
76, 95: IV, 327), que le hará que día a día derrame su sangre, su
sufrimiento, en virtud de la obediencia a la voluntad del Padre, y con ese
sacrificio, unido al de Cristo en la cruz, ayude a otros a vivir la alegría del
Señor crucificado y resucitado. También en la vivencia del sufrimiento puede
afirmar San Juan de Ávila con Pablo: “Con Cristo estoy crucificado y, vivo,
pero no yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gal 2, 19-20).